Enrique IV fue envenenado

Reyes santos/SEGOVIA

Así consta en un documento hallado en Harvard, en el que se acusa a Isabel la Católica de envenenar al monarca. El manifiesto,  de 1.475, consta de 4 páginas escritas por las dos caras y está firmado por la supuesta hija de Enrique IV  y sobrina de la reina, Juana la Beltraneja.

port2El escritor y estudioso del tema, Alberto García Gil, afirma que el veneno circulaba con gran fluidez  y los casos de envenenamiento eran muy frecuentes en la época. Enrique IV, harto de los enredos de Segovia, un año antes de su muerte, viaja al Alcázar de Madrid en mal estado de salud, que atribuye a una cena en  Segovia, con Isabel y Fernando. A partir de aquella cena, afirma García Gil, el rey no se sentía bien, aunque son conocidos sus desarreglos con la comida. Era muy glotón y no estaba sano del todo, ya que tenía varias patologías. Alude al Dr. Maganto, jefe del Servicio de Urología de un prestigiosos Hospital madrileño, que habla de las enfermedades del monarca y describe que, días antes de morir, sufre de grandes vómitos y se siente muy mal; incluso decide irse al Monte de El Pardo para que las fieras, que allí custodiaba, le transmitieran la fuerza que a él faltaba. A pesar, de la delicada salud del rey, no se descarta un envenenamiento por arsénico, que ya señaló en su Ensayo biológico sobre Enrique IV, publicado en 1.930, el ilustre médico Gregorio Marañón. El caso es que el Manifiesto de Juana la Beltraneja, apodada así al atribuirse la paternidad a Beltrán de la Cueva, fue olvidado mientras que la denominada Autodefensa de Isabel, de 1471,  en el que la futura reina católica esgrime su derecho al trono,  ha prevalecido. El rey Enrique lo que deseó es que su hija Juana reinase, pero murió de forma tan repentina que no le dio tiempo a hacer testamento.

Alberto García Gil, defensor de Enrique IV, ha escrito varios libros y ha estudiado la figura de este monarca en profundidad. En la misma línea, acaba de finalizar un libro, aún no publicado, que lleva por título » Hasta la sepultura» y versa sobre los sepulcros reales de San Antonio el Real de Segovia, que alberga, entre otros, dos sepulcros vacíos destinados, uno a Enrique IV y el que se preparó para Isabel la Católica, una reina triste, con múltiples enfermedades.

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